Olelé (Uélé) se inspira en un cuento tradicional congoleño en que unas pescadoras se enfrentan a la fuerte corriente del río Olelé y cantan para darse ánimo para remar. Espero que el cuento os guste mucho. Canción y cuento vienen a decir que, aunque los tiempos sean difíciles, remando juntos remontaremos las dificultades. En casa podéis cantarla y acompañarla con vuestro cuerpo como hemos practicado en clase. A cantar y bailar!!
La canción está en la lengua lingala, que se habla en la región de Kinshasa, capital de la República Democrática de Congo. Os dejo la traducción por si no andáis muy puestos en lingala 🤣 y un mapa para que nos situemos.
El cuento del Olelé
Había un poblado a la orilla del río más grande del mundo, el río Kasai. El poblado dependía de la pesca para sobrevivir y todas las mañanas salían muchas canoas llenas de mujeres río Kasai arriba y volvían cargadas por la tarde. Cuando las canoas de pescadoras volvían de faenar, todo el mundo celebraba la fiesta, comía y bailaba hasta la noche.
Un verano el poblado se quedó sin comida. Las pescadoras salían a pescar, pero volvían con las redes vacías. Desapareció la felicidad y las niñas y niños empezaban a quejarse del hambre. La jefa del poblado decidió enviar la canoa más grande con las más expertas pescadoras más allá de lo que nunca habían llegado. Las pescadoras zarparon y pronto estaban ya en medio del río. Las pescadoras más expertas, Abhi y Zanema, discutían sobre dónde ir.
—Vamos a los bancos de peces del norte, lejos de la orilla —dijo Abhi.
—No —dijo Zanema— hay demasiadas rocas y moriremos. No ordenaré a las mujeres remar hacia las rocas.
—Pero allí entre las rocas es donde está la pesca —decía Abhi.
—No, tenemos que ir a las aguas tranquilas del sur, donde duermen los peces más grandes.
—Soy la pescadora de más edad y mi palabra es ley. Remad hacia el norte —sentenció Abhi.
Pero Zanema, que controlaba a la tripulación, no daba la orden y la embarcación empezó a ir a la deriva. Una tormenta se acercaba y el viento empezó a soplar. Las aguas se encrespaban y empezaban a empujar la canoa.
—¡Oh, no! —decían todas las mujeres—, volvamos a casa, con este viento no llegaremos a ningún sitio. —Y entonces en el cielo sonó la voz de Bénguela.
—¡Remad juntas!
Ellas, sobrecogidas al oír a Bénguela, comenzaron a remar, pero la tormenta ganaba fuerza y las mujeres, asustadas, decidieron volver atrás. Al dejar de remar, la canoa se iba a la deriva y las olas subían. De nuevo se oyó la voz de Bénguela.
—Vuestros hijos, vuestros maridos morirán de hambre si abandonáis.
Al escuchar esto, volvieron a remar, temerosas por sus familias, y remaron todas a una. La tormenta arreciaba y un rayo cayó junto a la canoa, pero siguieron remando, cantando: “¡Olelé!”. Juntas, remando como una, comenzaron a avanzar. El viento, entonces, empezó a amainar.
En ese momento se dieron cuenta de que estaban en un lugar del río que nunca antes habían visto. Al detenerse el viento lanzaron sus redes y pescaron y salió el sol. Era aquella una luz hermosa y diferente. Recogieron las redes y las encontraron llenas de enormes peces, tantos que la canoa parecía hundirse en el camino de vuelta. El poblado entero se agolpaba en la orilla para recibirlas. Mujeres, hombres y niños cantaron, danzaron y comieron y fue mucho el tiempo que duró su alegría.
Un verano el poblado se quedó sin comida. Las pescadoras salían a pescar, pero volvían con las redes vacías. Desapareció la felicidad y las niñas y niños empezaban a quejarse del hambre. La jefa del poblado decidió enviar la canoa más grande con las más expertas pescadoras más allá de lo que nunca habían llegado. Las pescadoras zarparon y pronto estaban ya en medio del río. Las pescadoras más expertas, Abhi y Zanema, discutían sobre dónde ir.
—Vamos a los bancos de peces del norte, lejos de la orilla —dijo Abhi.
—No —dijo Zanema— hay demasiadas rocas y moriremos. No ordenaré a las mujeres remar hacia las rocas.
—Pero allí entre las rocas es donde está la pesca —decía Abhi.
—No, tenemos que ir a las aguas tranquilas del sur, donde duermen los peces más grandes.
—Soy la pescadora de más edad y mi palabra es ley. Remad hacia el norte —sentenció Abhi.
Pero Zanema, que controlaba a la tripulación, no daba la orden y la embarcación empezó a ir a la deriva. Una tormenta se acercaba y el viento empezó a soplar. Las aguas se encrespaban y empezaban a empujar la canoa.
—¡Oh, no! —decían todas las mujeres—, volvamos a casa, con este viento no llegaremos a ningún sitio. —Y entonces en el cielo sonó la voz de Bénguela.
—¡Remad juntas!
Ellas, sobrecogidas al oír a Bénguela, comenzaron a remar, pero la tormenta ganaba fuerza y las mujeres, asustadas, decidieron volver atrás. Al dejar de remar, la canoa se iba a la deriva y las olas subían. De nuevo se oyó la voz de Bénguela.
—Vuestros hijos, vuestros maridos morirán de hambre si abandonáis.
Al escuchar esto, volvieron a remar, temerosas por sus familias, y remaron todas a una. La tormenta arreciaba y un rayo cayó junto a la canoa, pero siguieron remando, cantando: “¡Olelé!”. Juntas, remando como una, comenzaron a avanzar. El viento, entonces, empezó a amainar.
En ese momento se dieron cuenta de que estaban en un lugar del río que nunca antes habían visto. Al detenerse el viento lanzaron sus redes y pescaron y salió el sol. Era aquella una luz hermosa y diferente. Recogieron las redes y las encontraron llenas de enormes peces, tantos que la canoa parecía hundirse en el camino de vuelta. El poblado entero se agolpaba en la orilla para recibirlas. Mujeres, hombres y niños cantaron, danzaron y comieron y fue mucho el tiempo que duró su alegría.